
En tu caso no ha sido así, con 53 años simplemente, te nos has marchado.
Unos te odiaban, otros te adoraban, pero a nadie le dejaste indiferente. Tú eso lo sabías, y te enorgullecía, porque sabías que el que decía odiarte había echo una cosa, escucharte narrar partidos.
Hoy se va la persona que me enseñó a amar la NBA, a aquel loco bajito, calvo, y con pajaritas extravagantes que a altas horas de la madrugada daba unos gritos que en más de una ocasión despertaron a mi madre.
DEP Andrés, y como dijiste siempre, hasta el día que narraste por última vez un partido en la Sexta: "La vida puede ser maravillosa", aunque a partir de ahora no lo será tanto.